Cuelgo un microrrelato publicado en la antología editada por los compañeros de Carpa de sueños, A través de las estrellas.
Que lo disfrutéis.
IDA Y VUELTA
Mike bajó de la cinta y desconectó el simulador de realidad virtual que le hacía creer que se encontraba corriendo en plena campiña galesa. Se frotó con la rasposa toalla el atlético torso desnudo, tan sudado, y se acercó a una de las ventanas de observación del gimnasio de la nave.
Sonrió pensando que el puntito de luz que se veía allá, a una media UA por delante, era la nave logística encargada de llevar los últimos bártulos necesarios para instalar la primera colonia en Marte. Las naciones se habían dejado, por fin, de egotismos y habían lanzado una colosal y ambiciosa operación que permitiría a la raza humana acrecentar sus posibilidades de supervivencia.
Por supuesto, la probabilidad de que fuera la nave que les precedía era muy escasa, pero le gustaba imaginar que viajaban tras su estela, los primeros hombres y mujeres que habitaban esa inmensa mole que viajaba a velocidades inimaginables veinte años antes, impulsada por motores que aprovechaban la energía oscura que poblaba todos los rincones del universo. Se colocó una de las camisetas blancas con el logo del consorcio internacional público-privado que había financiado la operación, y se encaminó a la sala de pilotaje y control.
-Buenos días –dijo al entrar tras cerrar la compuerta hermética a Krista, la oficial hindo-letona que tenía el mayor rango militar de toda la nave y que se encargaba, en esos momentos, de vigilar que todo fuera correcto.
-¿Ya son las diez? –preguntó, estirándose para sacudirse la modorra. Pilotar el Odysseus era una tarea tediosa, puesto que la gran mayoría de las operaciones habían sido calculadas al detalle antes de partir de la Tierra, automatizándolas. Los potentes ordenadores cuánticos controlaban todos los aspectos del proceso, así como las condiciones internas de la nave, desde la temperatura hasta la compleja operación de captado y procesamiento de energía.
-Sí –respondió él, tendiéndole una taza de café que ella aceptó con un ademán de cabeza-. Descansa un poco. Se te ve agotada.
-Aburrida, más bien.
Se despidió de él y Mike se quedó solo, escuchando el quedo zumbido de los procesadores al realizar sus cálculos a enormes velocidades. Se dispuso a pasar unas largas horas de vigilancia que, como los días anteriores, resultarían una pérdida de tiempo. El protocolo mandaba que siempre hubiera un piloto humano en la cabina, por si había que reaccionar frente a cualquier imprevisto, aunque a él, personalmente, le parecía una estupidez.
Retomó la lectura del libro interactivo que tenía a medias pero, de repente, una luz se encendió en el vasto tablero de mandos. Lo miró y una expresión de preocupación asomó a su cara, ya que se trataba de un indicador de desviación del rumbo trazado. Las causas podrían ser múltiples, pero los sistemas de navegación no detectaban nada fuera de lo ordinario…
-¿Me escucha?
Mike dio un respingo al escuchar una voz saliendo del altavoz de comunicaciones exteriores, que indicaba que alguien que no era de la nave se había puesto en contacto con la Odysseus.
-¿Qué? ¿Quién? –balbuceó, sin saber qué decir.
-No se preocupe –dijo la voz, una voz grave, aunque Mike no podía catalogarla como masculina. Tampoco como femenina-. Todo va a ir bien. Nos hemos hecho con el control de su nave y van a volver a su planeta.
“¿Nos?, ¿su planeta?”, se preguntó Mike, sin saber qué demonios estaba pasando. Si era una broma de los técnicos de comunicaciones, no tenía maldita gracia…
-Consuélense –continuaba la voz- pensando que son los primeros en contactar con una inteligencia extraterrestre, como dicen ustedes. Lamento ser yo quien les comunique que, en virtud de los Tratados Intergalácticos, se les ha prohibido la colonización de otro cuerpo celeste ajeno a su satélite, sobre el cual, evidentemente, retienen todos los derechos de propiedad. Este edicto tendrá validez durante los próximos –la voz hizo una pausa-… cincuenta años terrestres de ustedes.
-¡Vale de bromas! –estalló Mike, comenzando a sentir un sudor frío.
-No es una broma, me temo –la voz pareció sentirlo profundamente-. Reflexionen sobre sus hábitos y su comportamiento, dejen de comportarse como un potencial peligro para todo lo existente, y, en cincuenta años, quizá puedan ustedes comenzar su viaje a las estrellas. Corto y cierro.
Atónito, parpadeando, Mike vio cómo la Odysseus ponía rumbo de vuelta a la Tierra.
Me gustó.
Pero si no cambiamos en miles no creo que lo hagamos en cincuenta.
Dicen que hay vida inteligente extraterrestre.
Por eso no se han comunicado con nosotros.
Un abrazo.
La idea básica que subyace en él rinde homenaje a «Asnos estúpidos», de Asimov, no sé si lo conoces. Es un relatito breve (se lee en dos minutos) que, a pesar de ser de 1957, sigue muy vigente…