La compañía Musealia ha tenido a bien elegir Zaragoza como lugar de exposición de su exhibición sobre el Titanic, y allá que fui hace unos pocos días, atraído por los reclamos que hablan de recreaciones de lugares originales del interior del barco, objetos recuperados del archiconocido coloso hundido y una teórica mezcla entre diversión y didactismo, objetivo de todo buen museo que se precie.

Cartel promocional.
El lugar donde se expone es el Centro Comercial Augusta; si se me perdona ponerme un pelín nostálgico, diré que se trata del centro comercial pionero de la ciudad, el que durante años fue el único y que ha visto cómo los otros posteriores, mucho más potentes y mejor localizados, le han reducido a una serie de locales bajo techo con tiendas de gran superficie anexas que se mantiene como buenamente puede. Para que los que no sean de Zaragoza se hagan una idea, los multicines se cerraron en 2013 tras una etapa de continuadas pérdidas a la vez que los locales se vaciaban o cambiaban de manos en un baile de inestabilidad que hacía presagiar un futuro nada halagüeño para el centro.
Un sitio en el que pasé muchas tardes de sábado (he aquí la nota nostálgica que decía), y por el que paseé antes de entrar en la muestra diciéndome que, para lo que me esperaba (1), la cosa no estaba tan mal. Había muchos locales cerrados, pero aún se veía gente por los pasillos, y cuando salimos de la exposición, la fila era bastante elegante.
Cierto, hacía bastante tiempo que no iba, pero es que me pilla muy a desmano…

Vitrina con herramientas de uno de los operarios. Las cartas no son herramientas per se, pero ahí están.
A lo que íbamos con la exposición del Titanic. Las amables encargadas de la entrada nos indicaron que el recorrido se hacía con audioguía, en el que se nos explicaría lo expuesto con todo lujo de detalles, resultando un total de hora y media. Vale. Noventa minutos. Eso puede ser bueno, en el caso de estar estructurado y narrado de forma amena, o un desastre, si es aburrido y contado por alguien cuya voz recuerde a Rajoy, por mentar alguien cuyos discursos no es que sean la alegría de la huerta que digamos.
Eso sí, de entremés, una foto en la primera sala (2) sobre una pasarela de embarque que resulta muy gracioso. Aunque fuéramos con ropa adelantada un poco más de un siglo…
La audioguía empieza bien, la verdad. De hecho, han sido muy cucos poniendo piezas de la banda sonora de la película de Cameron. Sí, esa película que todos hemos visto y que contiene una música que me parece estupenda, romántica a veces, triste otras, heroica incluso en ocasiones… una maravilla para mi gusto.
Pero, cómo no, la tenía que liar. Aunque no fuera por mi culpa. El tipo empieza a hablar en mi oído: “Willkommen auf die Titanic…” o algo así. Y el teutón, la verdad, no es lo mío. Así que Lord Alce venga a tocar botoncitos, moviéndose en el menú para intentar cambiar el idioma del audio mientras mi acompañante, mi mujer, me mira con cara rara, en plan “¿qué haces?”. Así que se lo digo y ella, en su sabiduría femenina, me ofrece la solución: “Pues sal a que te lo cambien”. También es verdad.
Hale, carrera para la entrada y sonrisa tonta agitando la mano hasta que me ven y me preguntan qué pasa. Miro cómo lo cambian y, claro, el problema no era mío. No lo encontraba porque estaba en la configuración de la pantalla de inicio, bien escondida. En fin. Desecho el entuerto, allá que vamos.

Pasillo de acceso a 1ª.
Y la exposición merece la pena. Cuando ya por fin un señor que entiendo me habla en perfecto castellano con un pelín de senectud venerable, de esa que transmite sabiduría, disfruto de las imágenes, de las maquetas, de los objetos, de las recreaciones a escala natural… Mis ojos se deslizan, mientras asiento a lo que oigo, sobre cuberterías de plata, platos de porcelana, tumbonas de cubierta, mantas originales, libretas de pasajeros, billetes de viaje, postales y un largo etcétera de objetos contenidos en vitrinas y cuadros a lo largo de numerosas estancias. A destacar las recreaciones del pasillo de acceso a primera clase o los camarotes de tercera y primera y la estación de radio. Impresionante, de verdad.
Y el señor que habla y habla acompañado por la música de la película resulta muy entretenido, la verdad. Porque una vez más han demostrado los de Musealia ser muy listos y se han centrado, ante todo, en el aspecto humano del Titanic. Por supuesto que hablan de las características técnicas del barco, de su proceso de construcción, de lo que pasa con los icebergs, de todo lo que sería más, digamos… aburrido, pero se hace de forma secundaria: lo importante es la persona, desde el calderero, al remachador, desde el pasajero pobretón al dueño de los grandes almacenes neoyorquinos. Toda la información que se da, que no es poca, está filtrada por una persona como protagonista de la misma.
Y, además, también muestran nuevamente inteligencia los organizadores cuando hablan de las personas. Porque, como ya he dicho, todos hemos visto la película y, a pesar del riesgo que supone una visión un tanto sesgada de las relaciones de clase, no guardamos buen recuerdo de los pasajeros de primera, encarnados en el antagonista de la pareja y un compendio de características negativas. Así, en la exhibición, se centran en los diseñadores y la tripulación, mientras que el pasaje está dedicado sobre todo a la segunda y a la tercera clase. Es de nota, de hecho, el que el pasaje más abundante sobre uno de primera verse sobre un sueco al que sus padres mandan a América por haber dejado embarazada a la asistenta, un vivalavirgen que se subió a un bote salvavidas y, supongo que de la tensión, se durmió como un tronco. La madre que lo parió, era inevitable pensar cuando lo oías.

Recreación de un camarote de Primera Clase.
No diré que te da la impresión de estar paseando por el interior del Titanic, pero lo cierto es que se trata de una exposición muy interesante y amena, que a pesar de repetir muchos datos que ya son conocidos, son tratados de forma que parece que estés en una película interactiva. Y que, sí, he de reconocerlo, hizo que pusiéramos la película de Cameron un par de días después para verla de nuevo. Que hacía mucho que no veíamos las desventuras de Jack y Rose.
Si pasa por vuestra ciudad, os lo recomiendo. La verdad es que sí.
1: Básicamente, me había imaginado un lugar que sería un campo de batalla por el que habían pasado los Stuka, la artillería mecanizada soviética y los vándalos a caballo dejando todo en los huesos.
2: Evidentemente, luego ya la pagaremos si eso. Un souvenir, a fin de cuentas.
Hace unos días fuí a ver la exposición y m encantó.. Leyéndote h vuelto a recordar todo y hasta m ha hecho reir con algunas cosas q contabas 🙂
Creo que el Titanic es una de esas cosas que (y sí, mucho tiene que ver la película de Cameron para nuestros tiempos) son una leyenda y que, por mucho que veas/leas/escuches sobre el mismo, no te cansas nunca.
¡Gracias por comentar y leerme!
Si, lo cierto es q la película hizo mucho para coger el gusto por su historia, q aunque triste, fue esperanzadora para los q sobrevivieron. Gracias a ti..
Y como siempre se debe sacar algo en positivo, sirvió para una nueva regulación sobre botes salvavidas (como bien recuerdan en la exposición)
¡Un saludo!
Pues muchas gracias por acercarnos tu —muy detallada— opinión de la expo. La verdad es que te haré caso e, incluso, es posible que vea la película —bueno, no, no creo; escuchar la música, sí, que em gusta mucho—.
Es cierto lo que comentas de este tipo de museo – exposiciones que llegan más a la gente no especializada. Recuerdo un comentario de mi hermano, que es doctor en historia del arte, sobre uno de los museos de la ruta de las ciudades fortificadas entre España y Portugal —visitas que merecen la pena— poniéndolos a parir; para mí, sin embargo, fue toda una revelación ver «cacharros» enteros y tocables y ver cómo se emplean y dos «cachos» de barro pegados que a mi ignorancia no les dice nada. Incluso nos hicimos unas fotos disfrazados de soldados imperiales —de la España imperial, no de la Estrella de la Muerte—.
En fin, reitero mi agradecimiento por la información.
De nada, a mandar 🙂
Por mi parte, soy un tipo al que le encantan los museos. Desde los más aburridos tipo toma montonazo de vitrinas y carteles a porrón, a los más didácticos y (a falta de un término mejor) tangibles. Todos me gustan, salvo cuando no lo hacen (juas, quiero decir, que si no me gusta la temática, igual me da que sea así o asá), pero lo que pasa es que a mí me gusta ir de cultureta. O eso, o no tengo criterio, que también me han dicho 🙁
Pero para la gente normal (que no gusta de leer obras de no-ficción, que no gusta de visitar museos), es imprescindible adoptar una visión diferente a la del museo tradicional. Mucho se ha avanzado en ese terreno, e incluso los más decanos tienen su sección participativa, infantil, talleres, charlas,
Soldados imperiales. Qué lol.
Excelente reportaje. La verdad es que la exposición (supongo que será la misma) estuvo en Madrid bastante tiempo y por aquello de la proximidad y el ya iré, pues al final se terminó y me quedé sin verla. Gracias por ofrecernos una muestra tan detallada de la misma.
Imagino que sí, pues ha estado por varias ciudades (incluso en el extranjero, que dirían los mayores)
Es muy interesante, en serio, muy amena y se pasa en un momento. Incluyendo los voy-y-vengo para que te cambien el idioma del audioguía…
Interesante exposición. Sobre todo la baraja de cartas catalogada como «herramienta» jajaja
La historia del Titanic siempre me ha llamado la atención… Supongo que por afectar a tanta gente dispar y crear tanto revuelo «mediático» de la época!!
Como dices, hay en la muestra ejemplares de postales, billetes, cajitas de cigarros y chocolates… todo un merchandising que no demerecería al lado de las actuales superproducciones (sí, como la de Cameron 😀 ), destinadas, efectivamente, tanto a los ricachones como al populacho.
¡Un abrazo!
Hola pues parece que tiene buena pinta aunque la verdad, yo estuve en el museo que hay en Irlanda donde se fabricó el Titanic y quizás porque eran los astilleros donde se construyó o por otra causa allá se recrean bastante en la grandiosidad del barco, en el hecho de que salió de esos astilleros aunque la exposición es muy espectacular en cuanto a tamaño pero no mucho en cuanto a contenido. Por lo que explicas parece mejor la exposición itinerante que la fija
No he estado yo por las Irlandas :), así que no puedo comparar… Pero lo cierto es que salí con la impresión de haber pasado una hora y media muy divertida, la verdad.
¡Gracias por comentar!
¡Qué bien escrito, Lord Alce! Y ciertas cosas de tu relato me han hecho reír, y otras ‘ sentir la nostalgia, porque me gusta el Centro Comercial Augusta, donde también pasé algunas tardes de sábados. Nunca me dudo que todas las exposiciones en Zaragoza merecen la pena de verlas. Un saludo.
¡Muchas gracias por comentar!
Me alegra que te haya gustado y, sí, lo cierto es que es un centro que, en realidad, no me gusta (prefiero mil veces el Grancasa, por proximidad y por estilo; no, Puerto Venecia no me gusta 😛 ), pero tiene esa nostalgia que surge con el paso del tiempo. ¡Cuántas veces hemos ido al cine y a cenar luego! Ains, la edad… 😀
Sabiduría femenina! Jajaja si es que!!! Que seria de vosotros?? La exposición estuvo también en Madrid y al final no fui a verla, ahora veo que fue un error, pero seguro que vuelve e iré a verla. Un besote
¿Que qué sería? Bueno, en mi caso y en la cuestión señalada, aún seguiría dándole vueltecicas a los botones, imagino… 😀
Es como cuando vamos por un sitio que no conocemos y yo me empeño en seguir hacia delante, hacia delante… porque, oye, a algún sitio llegaremos, ¿no? Evidentemente, es más racional parar, retroceder y volver a empezar por otro camino, que es lo que me dice ella, pero en eso no hay emoción 🙂
Y sí, la verdad es que la recomiendo. ¡Un saludo!
Debe ser común la mala orientación masculina jajaja me quedo con tu recomendación y me acordaré cuando vuelva la exposición a Madrid. Un besote
No sé si es mala orientación o una cuestión de honra mal entendida. Es decir, eso de retroceder… no, no, ¡jamás! Que es como admitir que se estaba equivocado 😀 😀 😀
¡Un saludo!
Me temo que, aunque me pica la curiosidad, me quedaré sin ver la exposición, no creo que pase por Burgos, no es una ciudad que se destaque precisamente por traer demasiadas exposiciones y eventos… pero tu «exposición» personal ha sido muy buena y entretenida, gracias.
Un abrazo, Lord.
Cierto, me temo que una exposición de este tipo precisa de un mínimo poblacional o, al menos, de excelentes comunicaciones que permitan recuperar lo invertido y lograr ganancias del traslado y acondicionamiento del lugar (que me da que es bastante pasta)
De todos modos, también te diré que Zaragoza, a veces, en según qué cosas, parece que ni sea una ciudad grande, ni esté en un nudo de comunicaciones inmejorable, aunque últimamente las cosas están cambiando y desde hace unos años comienza a haber eventos que se suelen ver en Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao y para de contar.
Me alegra que te haya gustado y divertido el post.
¡Un abrazo!