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Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

CAPÍTULO 6

Elin se incorporó de inmediato dirigiéndose a la puerta de la casa de Firdánir a grandes zancadas. En el exterior, el Bello Desconocido volvía a implorar, con voz trémula:

–¡Os lo ruego! ¡Abridnos!

La joven estuvo a punto de echarse a los brazos del caballero al verlo; solo cierto recato de último momento evitó que lo hiciera. O, quizá, fuera porque al lado se encontraba Perceval, y no quería que ninguno de los dos pensara que mostraba mayor cariño por el otro.

–¿Qué os ha ocurrido? –preguntó ella. Firdánir se colocó unos pasos tras ella después de coger unas toallas de algodón, mirando con curiosidad a los recién llegados.

–Nos perdimos –contestó el Bello–. Erramos nuestro camino y no supimos dónde nos hallábamos cuando, de repente, una gran sierpe alada cayó desde el cielo buscando devorarnos. Oímos un grito terrible y la sangre se heló en nuestras venas. –Perceval asintió mostrando su conformidad con el relato ofrecido–. Era un monstruo como nunca jamás se ha visto en el mundo, Elin.

–Así que echasteis a correr. –Morgana, que no se había movido del sitio, lo interrumpió con voz áspera. Tras el impertinente comentario que en tan mal lugar dejaba la valentía de los caballeros, continuó con una tarea sin duda más satisfactoria para ella que escuchar: chuparse los dedos del jugo de cerezas que corría por ellos.

–En efecto –respondió el Bello sin asomo de molestia–. Supimos en cuanto vimos al monstruo que no podríamos hacer nada contra él…

–Una decisión inteligente, sin duda –terció Firdánir, tendiéndoles por fin las toallas con las que procedieron a secar sus cabellos mojados por la tenue llovizna que había comenzado a caer hacía poco–. Es de tontos querer librar una batalla perdida de antemano. ¿Un dragón, decís? –Los dos caballeros asintieron y el elfo cruzó los brazos, pensativo, sobre el pecho, soltando un “hummm” –. Pero pasad, por favor, os lo ruego –continuó–. Os daré comida y cobijo en el que poder pasar la noche. Mañana, al alba, decidiremos qué hacer.

–¿Sobre qué? –se interesó el Bello, accediendo al interior de la morada. Morgana, entonces, dejó el diván en el que estaba recostada y se acercó al grupo.

–Sobre los planos de mi famila –respondió alborozada Elin, como una chiquilla–. ¡Desciendo de un linaje de cartógrafos! ¡Y quizá podamos hallar algo que nos sirva entre las pertenencias de mi abuela! –concluyó, expresando la feliz ocurrencia que acababa de tener.

Sin embargo, el gozo expresado por Elin pronto se tornó en asombro, y un grito de horror surgió de lo más hondo de su garganta en cuanto vio lo que Morgana acababa de hacer.

Puesto que, habiéndose deslizado de forma subrepticia a espaldas de Perceval, movió con rapidez la mano, y de ese floreo surgió una luz azulada con forma de puñal, una ilusión que fue muy física y mortal para el caballero al entrarle por la nuca y asomar la punta por la garganta.

Con un gorgoteo, llevándose las manos al cuello sangrante, Perceval se derrumbó en el suelo de la cabaña.

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