Seleccionar página

PIONEROS DE LA EXPANSIÓN

--Azathoth--

Azathoth, el dios ciego e idiota (vía http://lovecraft.wikia.com/)

En realidad, la forma de llevar a cabo un viaje a través de las insondables distancias del cosmos no era complicada: el trabajo duro —los cálculos, las teorías, la construcción de los potentes motores de plegado espacial, toda esa jerigonza científica—, ya se había llevado a cabo en los dos últimos siglos. Lo único que tenían que hacer las personas al mando de las hermosas naves de exploración intergaláctica era apretar dos botones.

Uno, para iniciar la aceleración. Otro, para decelerar.

De todo lo que había entre medias se ocupaban los portentosos cerebros artificiales que manejaban todas y cada una de las cuestiones que había que atender en la nave, desde el reciclaje de aire a la alternancia artificial entre día y noche. Por supuesto, una de sus tareas era calcular la ruta óptima que permitiera a la IS-57 —una de las doscientas gemelas que habían partido, en todas direcciones, de la Tierra hacía tres meses— acelerar hasta una velocidad cercana a la luz, obteniendo así la suficiente inercia para que los propulsores doblaran el espacio en torno a la nave y crearan un efecto gusano para poder salir, de forma inmediata, en el punto de la Vía Láctea que se le había adjudicado.

En cuanto aparecieran —al capitán no se le ocurría otra forma de describirlo: aparecer— al otro lado del agujero, tendrían que ir descendiendo la gigantesca velocidad hasta parar la nave, cosa que no se podía hacer de otro modo que de manera gradual, o reventaría en mil pedazos. Esa era la función de la mínima tripulación de seis personas que había en la cabina en ese momento: en caso de imprevisto al salir del agujero, la superior capacidad para la improvisación de la mente humana con respecto a la artificial permitiría tomar la opción correcta.

Una vez más, el capitán comprobó el enlace neural que le daba acceso a todos los instrumentos de navegación y contó en voz baja hacia atrás desde cinco, que eran los segundos que faltaban hasta plegar el espacio:

—Cinco. Cuatro. Tres. Dos. Uno….

La perspectiva, las imágenes que le proporcionaban los instrumentos de la IS-57, cambiaron de un momento a otro, en un parpadeo. En un momento estaban en un lugar hasta cierto punto cercano a su planeta natal, y al siguiente instante habían recorrido una distancia casi inconcebible, recalando en el punto que los astrónomos habían calculado como más adecuado para poder…

—¡Capitán! —El grito de alarma de la timonel lo sacó de su ensimismamiento. Se giró hacia ella e hizo un ademán para que hablara. Ella dijo—: Detecto una enorme masa de energía pulsante… —Tecleó algo en el aire—. ¡Justo delante de nosotros!

«No, no, no», pensó el capitán. Su mente intentó encontrar sentido a lo que decía la mujer: ¿Quizá se trataba de un cuerpo celeste que no se había detectado desde la Tierra? Pero, si era un púlsar, ¿cómo no lo vieron? El peor escenario posible, desplegado ante sus ojos: una estrella en su camino, una fuerza devastadora de energía nuclear que los devoraría si no podían alterar el rumbo a tiempo. Comenzó a pedir a las máquinas de la nave que establecieran rutas alternativas, que trazaran vectores de desplazamiento en arco que no pusieran en peligro la estabilidad de la nave al tiempo que descendían la velocidad y…

El capitán había solicitado una visión de la cámara de proa para ver, como si fuera mediante sus propios ojos, el gigantesco horno de fusión frente a la IS-57. Dejó caer los brazos, lánguidos, al sentir que toda fuerza se escapaba de su ser. Del ojo derecho cayó una lágrima que surcó un rostro paralizado por el terror al contemplar aquello de lo que no podrían escapar.

La IS-57 se dirigía en línea recta hacia un coloso grande como tres gigantes rojas, un enloquecido y caótico torbellino de energía que proyectaba partes de sí mismo hacia el exterior para luego volver a caer atraídos por su inmensa fuerza gravitatoria. Un monstruo de pesadilla en los márgenes del Universo que giraba y giraba, ejecutando una maníaca danza al son de unas notas dementes transportadas por los vientos estelares.

Pioneros de la expansión