El oro de Gundarión

Hace poco más de un año, los cuatro Matadragones acabaron con el terrible Gundarión, con lo que pasaron a formar parte de las canciones y poesías del reino de Corandia. Se convirtieron en leyendas vivas como reconocimiento a su gran gesta. Y, por supuesto, también obtuvieron pingües beneficios gracias al enorme tesoro que la bestia atesoraba en su cubil.

Ahora, se encuentran inmersos en el inicio de una nueva gran aventura: la formación de una empresa que patrocine a una nueva generación de héroes, para lo que proyectan una fiesta que contará con los nombres más granados de la aristocracia corandiana, confiando en hacerles partícipes y socios de la compañía.

En la suntuosa finca, junto a los heroicos Zósimo, Gastón, Fed y Bors, viven sus vidas, con mejor o peor tino, gente como Iris, sufrida esposa de uno de ellos, Hilda, dama de compañía de esta, o Carmelo, el recién contratado mozo de cuadras, todos los cuales se verán involucrados en circunstancias desafortunadas que los pondrán en peligro.

Y eso porque, al mismo tiempo, el rey Tollin envía a su fiel escolta Curicot al territorio fronterizo en disputa con el vecino reino de Setitia, donde los ejércitos de ambos bandos permanecen vigilándose mutuamente, sin realizar una acción ofensiva que rompa la situación de impasse. La misión, sin embargo, adoptará un cariz siniestro cuando sea revelado el auténtico plan de Tollin, un plan que otorgará al rey un mayor control sobre su estado y permitirá la reanudación de las hostilidades contra Setitia, gracias a las complejas maquinaciones diseñadas desde hace años por Corandia para lograr la supremacía en el continente.